Querido no diario:
Después de tres meses, he vuelto a salir a trotar.
En este tiempo ha habido varios cambios en mi vida. Uno de ellos es que me he trasladado de vivienda, al barrio que me vio crecer, Canillejas, a nuestra casa de toda la vida. Eso mola. Pero aquí no tengo un Parque como el Lineal del Manzanares a 100 metros de la puerta. Así que, si quiero que el running vuelva a ser parte de mi vida, no me queda más remedio que adaptarme a las circunstancias. Calles por las que correr sigue habiendo, no hay excusa que valga, pues.
Como te iba diciendo, amigo: Esta tarde me debatía entre seguir comiendo mazapán mientras veía cómo el Titanic se hundía, o intentar retomar los hábitos saludades moviendo un poco las patas. Puestos a sufrir, mejor hacerlo por una buena causa. Y así, con una camiseta arrugada y las zapatillas sin desempolvar me he tirado al ruedo.
Veinte minutos ha sido el tiempo marcado como objetivo. A falta de buscar rutas alternativas, hoy no he pensado mucho: de casa al metro, y del metro a casa. Cierto es que ha habido un instante de flaqueza en el que he pensado que con un cuarto de hora ya había cumplido. Finalmente he aguantado lo pactado. ¡¡Olé yo!!
Claro que, con semejante proeza, ya en casita, me ha dado tiempo a ver cómo el pobre Jack Dawson perecía una vez más en las gélidas aguas del Atlántico Norte.